martes, abril 01, 2008

En plena subasta

En América Central hay dos países que se esfuerzan por convertirse en lugares paradisíacos --como en efecto lo son-- para los retirados gringos y para los inversionistas extranjeros: Costa Rica y Panamá.

Cualquiera que haya visitado Panamá ha podido darse cuenta de las dos opuestas realidades que constituyen Punta Paitilla, a la izquierda, y el casco viejo de la ciudad de Panamá, a la derecha, según se ve hacia el Mar del Sur.

Los rascacielos de Punta Paitilla, que las malas lenguas atribuyen en principio a la inversión de los omnipresentes narcos son, vistos desde el centro de la bahía, una especie de ciudad del futuro. Menos glamoroso, el casco viejo sirve sobre todo --a efecto de los turistas-- para tapar la visión del Chorrillo, el barrio pobrísimo de la ciudad de Panamá, ese que fue bombardeado por los gringos cuando llegaron a buscar a su ex agente de la compañía, Noriega, cuando ya no les servía de nada.

En Costa Rica, en estos días, se apresuran los proyectos turísticos e inmobiliarios en áreas protegidas, sin esperar siquiera por los estudios de impacto ambiental, que llevan su tiempo. A tal punto se apresura el gobierno tico para ofrecerle el país a los inversionistas extranjeros, aunque las áreas de selva, playa o montaña se vayan al diablo, que la directora de la Secretaría Técnica Nacional Ambiental, Tatiana Cruz, y algunos de sus colegas, dejarán sus cargos en este mes.

El señor Arias, santo destacado en la devoción de los neoliberales, ha articulado las cosas de tal manera que el medio ambiente no está propiamente en manos del ministerio de ambiente y energía, sino a cargo del ministro de competitividad, cuyo despacho se sitúa en el ministerio de economía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Brava, Ana, está usted muy púgil. Así me gusta. No hay progreso sin decencia, el dinero es un veneno, una droga. Sí puede (debe) haber desarrollo económico sin víctimas. Se llama "stakeholder values". El capitalismo es justo cuando funciona para todos. Todos. Hasta Adam Smith tenía serias dudas con los empresarios. No son de fiar. La riqueza es de, y para, todos.

Vicar