El señor Berger todavía está paralizado en el estrecho corredor del perdón o no perdón presidencial. No sé cuántas docenas de presidiarios esperan en el corredor de la muerte la aplicación de la pena que les impuso el Organismo Judicial en todas sus instancias. O el perdón presidencial.
Ya en su tiempo el insigne prófugo de la justicia --por dos veces, no hay que olvidar Chilpancingo-- evitó meterse en esas aguas. Y partió a México lindo y querido donde goza sabrosamente del pacto entre Berger y el FRG, acuerdo que nos ha regido durante casi cuatro años.
Pero el señor Berger todavía habita el guacamolón. Claro que a él, lo que le gusta, es fotografiarse en uno de los corredores del Palacio, frente a una cortina de flores, o acompañar a algún distraído a poner una rosa en el llamado monumento a la paz.
Lo ideal sería que se mojara los pantalones --la otra palabra es muy mal vista en este país-- y diga sí o diga no. Pero que diga algo, que se comprometa siquiera por una vez.
miércoles, julio 18, 2007
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1 comentario:
Habría que verlo, porque no creo que pase, ni pasará
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