En lo que sí podrían fijarse los dueños de los medios televisados es en la sobriedad de la presentadora que vino de EEUU, Glenda Umaña. En ella, y en todas las presentadoras de las cadenas de España, de Gran Bretaña, de Alemania. Lucen un ‘uniforme’: blusa y saco. Y cuando han de verse de cuerpo entero, pantalones.
Como no quieren gastar en la indumentaria de las presentadoras –-e imagino que los salarios de ellas son tan miserables o más que los sueldos de los periodistas en este país-- se acogen a lo que el almacén tal o cual quiera prestarles. Al encender la tele siempre me pregunto qué sorpresa van a darme las locutoras, obligadas a vestirse unos días como para ir a la playa; otros, como para ir a fiesta.
Visten, las pobres, como le da la gana al dueño de la tienda. Unos días enseñan las pechugas, otros, el ombligo. Y encima --porque el maquillaje y los peinados, o también están ligados a un arreglo comercial, o quedan a criterio de las finanzas e imaginación de la presentadora-- a veces llevan el pelo rubio, dos días más tarde son pelirrojas, a la vuelta de una semana tienen mechones falsos, se alisan, se acolochan, llevan postizos.
La falta de seriedad que irradian dice mucho de las intenciones del medio al que representan. En el foro de CNN a la presentadora guatemalteca, para tener el look completo -–de cocktail, por supuesto-- lo único que le faltó fue la bolsita de mano.
sábado, septiembre 01, 2007
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