A los ingleses se los podrá acusar de muchas cosas, pero en general son seres que siempre han despertado mi admiración en muchísimos sentidos. Tienen una Carta Magna que fue firmada en 1215 por Juan sin Tierra, carta que limitó los poderes del gobernante y de todos sus sucesores porque dio lugar a una monarquía parlamentaria, régimen que todavía subsiste en Gran Bretaña, tantos siglos más tarde.
Kurt Lowenstein, uno de los estudiosos contemporáneos del constitucionalismo, dice que existe una constitución real u ontológica y que esa constitución ontológica es el ser de cada sociedad, es la cultura social real, son las formas de conducta reconocidas, los principios políticos en los que se basa toda comunidad, y que se formaliza en una Constitución escrita.
Si los guatemaltecos aceptamos que cada jueves y domingo nos cambien la Constitución, con ello demostramos que solo somos una banda -–grande, por cierto-- de semisalvajes alharaquientos, que no tenemos la menor idea de a dónde queremos ir y a quienes es fácil engañar con el espejito y los abalorios de la ‘nueva’ Constitución.
El mayor constitucionalista que tenemos en Guatemala es García Laguardia y coincido totalmente con él cuando dice que la actual carta que nos rige no necesita ser cambiada, y que cuando hay quienes sugieren cambios a la Constitución, debemos desconfiar de sus motivos.
miércoles, agosto 29, 2007
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