'Desde hace semanas mi ciudad ha entrado en una repentina fiebre de eficiencia. Los barrenderos madrugan, se asfaltan los baches y se construyen glorietas, se acaban hospitales o centros deportivos, hasta, oh milagro, los funcionarios municipales dan los buenos días.
'Las urnas serán el paliativo de está febrícula, las obras se ralentizarán y los funcionarios volverán a ser gruñones. Todo regresará a su estado natural... Ahora todo se promete, no importa el descaro, como si fuera un bazar de regateo se apunta a lo más alto, a lo imposible, que luego ya habrá tiempo de rebajar o de que el olvido juegue su parte. Los carteles electorales me rodean con falsas sonrisas sostenidas, retocadas con botox.
'Sé lo que es el desencanto y el oportunismo y soy consciente de la gran cantidad de infames y desvergonzados que se acercan al noble arte del servicio público. Finalmente, también a mí han conseguido desilusionarme. Una responsabilidad extraña me inculca luchar contra esta apatía para acudir a las urnas aunque sea, como otras veces, para votar en blanco'.
Los párrafos anteriores pertenecen a un post de mi amigo Goathemala, de hace casi un mes, antes de las elecciones municipales en España. Pero parece escrito aquí, sobre las nuestras.
lunes, junio 18, 2007
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2 comentarios:
...y en otras a calderadas como dice el refrán.
¿También allí? ¡Estamos apañados!
Gracias por citarme, todo un honor.
Saludos, Pedro.
Como diría mi papá, es llamarada de tusas.
Ana María, creo que a la gente hay que darle el beneficio de la duda.
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