Aparentemente el
Estado ha gastado 25 millones de quetzales en instalar redes especiales para
impedir el paso de llamadas desde las cárceles, alrededor de las prisiones del
territorio para evitar que los reos continúen ordenando asesinatos, extorsiones
y toda clase de delitos desde la tranquilidad de sus celdas.
Hay dos entes
que cargan con la inmensa mayoría de la culpa, sí, culpa, de que se continúe
esa práctica funesta: En primer lugar las propias compañías telefónicas, cuyo
afán de lucro no las debiera hacer esperar a que el Congreso pase la ley que
les prohibiría engordar sus ventas sin
llevar un control como el que los ciudadanos exigimos desde hace años.
Como a los
peces gordos de esas compañías no les ha tocado enterrar algún pariente ni
pagar sumas millonarias por evitar el secuestro de algún familiar, les importa
un pito la cuestión. No se les puede llamar más que sinvergüenzas.
Los otros desvergonzados
son los diputados, que durante ya varios años vienen cobrando sueldos, bonos,
dineros para comidas y bebidas, etc., sin trabajar. No hay nada como tener amarrado
a un ministro de Estado a una banca de esas que hay en el pernicioso Congreso,
cuyos miembros están más habituados a vagar que a trabajar. En tiempos de Ubico podrían estar en la cárcel,
si se les aplicara la famosa ley de la vagancia.
Hay leyes
importantes esperando que los diputados decidan trabajar en vez de
arreglárselas para evitar a toda costa que el partido en el poder (que siguió
esa misma tónica, conste, cuando estaba en la llanura congresil) pueda
desempeñarse dignamente. Bueno, a lo mejor ni con la acción del Congreso podría
lograrse esa dignidad.
Y los
guatemaltecos, borrregos que ponemos la cabeza bajo el arma que nos va a
degollar. Si lo que sufrimos a causa de los celulares, los presos, los
empresarios y los diputados sucediera en España, pongo por caso, la dichosa ley
ya se habría aprobado. En Europa la gente se lanza a la calle por miles y hasta
por millones para exigir lo que merecen. Especialmente si hay muertes y secuestros de por medio.
Y se los
aprueban, dicho sea de paso.
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