La pésima relación
existente entre los organismos Ejecutivo
y Legislativo se ha puesto aún más tensa
por la orden del Presidente, a sus ministros, de no acudir a las citas que les
hagan las diversas bancadas, y que en su lugar envíen a sus viceministros. Ello
es posible porque el segundo párrafo del artículo 168 de la Constitución lo
permite.
A los señores
del PP pareciera olvidárseles que cuando ellos estaban el Congreso —incluida la
vicepresidenta Baldetti durante la legislatura pasada— acudían al primer párrafo del citado artículo
constitucional para obligar a los ministros de Colom a permanecer por meses
sentados en el hemiciclo esperando a que
hubiese quórum. Durante la inmensa mayoría de aquellos días perdidos jamás se
logró que los diputados acudieran a la cita.
El actual ministro
de cultura, el señor Batzín lleva meses, desde 2012, de estar acudiendo al Congreso
sin que se vea el fin de su suplicio, llamado interpelación. Están en la lista de
espera al menos otros tres ministros, con lo cual, los proyectos de ley que
merecen ser discutidos y aprobados —como la Ley de reforma de los partidos
políticos, y la Ley de desarrollo rural— duermen el sueño injusto al que los condena un
Congreso que no se diferencia mucho del anterior, y que a su debido tiempo,
cuando el señor Baldizón llegue a la presidencia —si es que llega— continuará con las interpelaciones, que les permiten cobrar sin trabajar.
La Coordinadora Nacional Indígena y Campesina amenazó
con convocar a un ‘levantamiento nacional y promover la depuración del Congreso’.
Eso fue en noviembre del año pasado, pero nada sucede.
Esta última aseveración no es estrictamente cierta, muchísimo dinero
corre de un lado a otro y vemos aumentar la lista de los nuevos ricos con sus
inmensas casas en la ciudad, en la playa, en el campo, mientras los campesinos
continúan sufriendo el despojo de sus tierras, que lleva ya más de 500 años.
Algo hemos
ganado, sin embargo. Ya el señor Taracena no les grita a las diputadas que parecen
ballenas, ni se lanza el contenido de las jarras de agua sobre los congresistas,
ni botellas de agua sobre la mesa presidencial.
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