¿Feliz año?

Sobre varias cosas se han puesto de acuerdo los científicos para pararnos el pelo en este primero de enero: que nadie sabe cuál es el punto sin retorno sobre la destrucción del ambiente, y que a lo mejor ya lo rebasamos. Lo que significaría que estamos en la recta final para la humanidad, y de paso, para todos los otros animales que no han tenido arte ni parte en este entierro.

Que la búsqueda de fuentes energéticas distintas a las que proporcionan el petróleo y el gas no se encuentra tan avanzada como suponíamos, y que los biocombustibles no solo no significan energía barata --porque su procesamiento es caro-- sino que implican el encarecimiento de cereales, legumbres y otra serie de vegetales que dejarán de ser cultivados para consumo animal para darle paso al hambre de energéticos de los seres humanos.

Que continuaremos por algunas décadas derrochando petróleo (y por ende contaminando) porque en Angola, Nigeria y en otros países africanos hay yacimientos considerables que despiertan el apetito de países como EEUU y Rusia, entre otros, ya no hablemos de China y Europa, donde hasta el momento no hay mantos petrolíferos evidentes.

Que la guerra fría a la que me he referido en algunas oportunidades va a todo trapo porque el señor Putin, quien se ha encargado de llevar a Rusia a una situación similar a la de la antigua Unión Soviética frente a EEUU --con grandes diferencias sin duda, porque la historia no transcurre en vano-- continuará en el poder, al pasar de presidente a primer ministro.

Y eso que solo he visto y leído las noticias de la mañana.