Jerusalén, la eterna lucha

Dentro de un par de días el gobierno israelí pretende --y llevará a cabo las ceremonias pero quien sabe si llegue a lograr lo que se propone-- celebrar la 'reunificación de Jerusalén'.

Lo que es cierto es que hace 40 años Israel invadió la parte árabe de la ciudad, judaizándola por decreto; pero la demografía indica que la poblaciòn palestina crece a un ritmo mayor que la población judìa, y Hamas --nada menos que Hamas-- pronostica que dentro de 12 años Jerusalén será territorio suyo.

El primer ministro israelí, Ehud Olmert, ha prometido destinar más de 1.000 millones de euros a la revitalización económica de la ciudad y trasladará a Jerusalén las sedes gubernamentales que hoy se hallan fuera. Una apuesta por la política de hechos consumados.

Paralelamente a la construcción de asentamientos en territorio ocupado, Israel utiliza otras estrategias para forzar la expulsión de los palestinos --un tercio de sus 720.000 habitantes-- de Jerusalén. Una es el muro, que ha dejado fuera de la ciudad a cerca de 55.000 árabes. La otra, una política sistemática de demolición de casas palestinas. Según un informe reciente del Banco Mundial, el 80% de violaciones urbanísticas se registran en la parte judía, pero el 80% de las demoliciones se producen en las zonas palestinas.

Por el momento, la fuerza está del lado de los judíos. En el futuro, no sabemos. Lo triste es que Jerusalén es una ciudad sagrada para las tres religiones más influyentes en el mundo. Y no hay inquinas ni sangrías mayores que las que se basan en la religión llevada a fundamentalismos.