Sólo la he visto una vez: salía de un hotel como cualquier miembro de la beautiful people, vestida con una túnica de color rosa melocotón y destellos plateados que se transarentaba a la menor insinuación de luz. La cabeza, coronada por un capa de pelo platinado sobre el negro pelo de sus ancestros. Pasó dejando una excesiva estela de perfume y entró a un brillante carro negro con chofer uniformado.
En estos días sostiene un encarnizado pleito con la iluste editorial francesa Gallimard porque no quiere que las obras completas en francés de Borges se reediten en la colección La Pléiade, donde solo entran los inmortales.
Por la prensa se supo que quiso obtener parte de los derechos de autor del libro Diálogos con Borges, del poeta Osvaldo Ferrari, pero el tribunal de París donde se presentó desestimó la demanda porque "el universo de los derechos de María Kodama tiene sus límites y no está en perpetua expansión".
miércoles, agosto 16, 2006
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2 comentarios:
Gracias, Ana, por esta reflexión que pone en su lugar a la horrenda viuda negra. Me alegra muchísimo que en otros lugares del mundo se valore al gigantesco escritor que fue Borges y se desprecie a la abominable figura de esta trepadora.
Como bien sabes, esta mujer ha cometido una larga lista de pecados contra la obra de su ¿esposo? y por suerte la justicia poética actuó mucho mejor de lo esperado.
Muy buena la justificación final del jurado.
Jorge: lo que la mayoría de la gente no sabe es que Borges estaba casado cuando se "casó" con la Kodama. Y que es basante raro eso de que un hombre, a los ochenta y tantos, haya viajado a otro país con la persona que se encargaba de leerle, se haya casado con ella y haya desherdado su familia de sangre.
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